El holocausto llegó a la Argentina - Homenaje por el 24 de Marzo
El Holocausto llegó a la Argentina
El holocausto llegó a la Argentina y dividido. Si tuviera que expresar los golpes como olas en el mar, serían catalogadas como; una ola de 5 metros el primero, una ola de 7 metros el segundo, una ola de 9 metros el tercero, una ola de 12 metros el cuarto, y para el quinto… se había formado un tsunami que se encargó de destruir y devastar la poca luz que seguía iluminando a los civiles de la gran jungla de Buenos Aires, fue una ola tan destructiva que pasaron años antes de que alguien volviera a poblar aquel lugar que solía ser “la tierra de las oportunidades”, “El sueño Argentino”.
Aun me acuerdo cuando era un joven aspirante a periodista que, en sus ratos libres gozaba de actuar junto a sus amigos y pallar hasta las madrugadas de los findes. Ya casi me graduada, era mi último año de la carrera cuando el tsunami que ya se venía vaticinando arrasó con todo rastro de amor; las calles se volvieron desiertos, las tiendas en baldíos y las noches en pesadillas; cada tanto me despertaba con la perversa alarma de los gritos, que venían guiados por el viento hasta mi destartalado departamento de Capital, el cual antes parecía mi refugio en el mundo y ahora era mi prisión; desde el papel tapiz viejo que antes me fascinaba, hasta la estufa que me abrigaba por las noches de los crudos inviernos, ya todo me parecía igual de horrible.
Dentro de lo malo, siempre hay algo bueno: Mi grupo de teatro, a los meses, decidió convocar una reunión en una de las aulas vacías de la facultad donde hablar de la próxima gran obra que se realizaría en el Teatro Picadero, querían ir y yo también, pero ese viernes, el día de la obra tenía que cursar, les dije que lo iba a pensar antes de irme más rápido que una gacela corriendo de un león en plena sabana, estaba conflictuado al salir, pero cuando miré a la calle ese miedo tan intenso y frío que recorría mi cuerpo, se volvió una llama de ira y desesperación: podía ver a los monstruos aproximarse a la facultad, buscando llevarse hasta la última gota de amor y calidez que había en ese lugar, ya los había visto en los alrededores y jamás tan cerca como ese día: decidí que iba a ir a esa obra.
El viernes llegó y ya no podía esperar en mi prisión en las alturas, era mi oportunidad para desempeñar aquello para lo que estuve estudiando, aquello que se me quería ser negado: informar, pero para informar se necesita información y en esa obra estaba todo. La obra no era una obra, era una de las marchas y protestas más hermosas y únicas que cualquiera podría presenciar; cada diálogo, cada acción, cada pausa, incluso con los autos pasando a toda velocidad por la calle, nada te podía sacar de ese ambiente tan solemne, entretenido, pasional y real. Cuando terminaron la obra, mi grupo y yo nos acercamos para hablar de actores a actores. Terminamos hablando hasta las 3 de la mañana.
Desde que nos encontramos con el grupo del teatro picadero, una nueva chispa se encendió en el grupo y en mi: la pasión e impulso de informar, pallar y gritar de un ángulo distinto que a mi jamas se me habría ocurrido, se intensificaban conforme los días pasaban, nadie nos podía detener y no íbamos a dejar que lo hagan: comenzamos un periódico anónimo en la facu para anunciar las obras que se iban a hacer esa semana en el teatro picadero y la nuestra.
“El holocausto llegó a la Argentina” Nos costó decidir el nombre, pero nada era mas acertado que eso: viviamos con miedo, pera ya no mas, al menos por esos 30 minutos que nos dieron para hacer la obra. Estaba todo listo, de la emoción, la planeación que nos habría tomado semanas, nos tomó tan solo 3 días sin parar ni un segundo, por suerte teníamos 2 días de descanso antes del estreno, a este punto yo solo podía pensar en esa obra; ya ni siquiera era segura la facu, ese lugar lleno de tanto amor e ideas… lo habían consumido y corrompido hasta los huesos de las columnas, esta obra era el único rastro de amor que veía en la jungla de Buenos Aires.
Por fin llegó el día; fue una semana atareada para el teatro, solo una semana, y 20 obras ya estaban pasando por sus pasillos y ahora serían 21. Cuando la noche se dio a presentar caminamos al teatro desde mi destartalada prisión de capital que nos quedaba más cerca. A pocas cuadras de llegar, dimos una profunda inhalada de aire para recordar ese olor a noche fresca de Agosto como ningún otro día, pero lo que olimos fue otra cosa: ceniza. Cuando miramos hacia el cielo pudimos ver una imponente columna de humo negro que envolvía la única luz que iluminaba a Buenos Aires, los monstruos habían atacado, conforme nos acercabamos al teatro los gritos por fin se hacían presentes, la angustia, el terror, las partes del edificio consumiendo a los actores; el cálido amor y comodidad que ofrecía el teatro se convirtió en un fuego destructivo y abrasador que se unió al tsunami para arrasar con todo rastro de amor que quedaba. Mis oídos comenzaron a abrumarse de los gritos y mis ojos eran consumidos por la tristeza, así que nos fuimos de ahí antes que los monstruos llegan a llevarnos con los demás, aunque en ese momento, me hubiese gustado reencontrarme con ellos.
El teatro se fue y, demostrando su majestuosidad como siempre, resurgió de las cenizas más bello y fuerte que nunca. Tras el fuego, el tsunami y los monstruos que pasaron por sus pasillos, había una bella historia de amor, amor al arte, amor a los compañeros, amor a ser escuchados, amor para hacer escuchar a aquellos que no pudieron, una historia que tenía que reportar. Una noche antes de la inauguración me llegó un correo, uno de los actores del teatro picadero; sabía que la obra de mi grupo jamás fue presentada y se puso en contacto con cada uno para poder retomarla como un cierre en la noche de la inauguración, confirmé mi asistencia y mi iniciativa, como la gran mayoría de mi grupo, pero mi obra parecía no querer presentarse. Busque el guión por todas partes, revolviendo mi destartalada casa de capital hasta encontrarla; el sueño del aspirante a periodista sería completado por el periodista, pero en ese momento que crucé miradas con el título algo no me cerraba; era una sensación nueva, que no experimente cuando escribimos el guión con los chicos, no la entendía hasta que vi a mi hijo que entró al estudio en el momento justo, no era una historia solamente de matanza, fuego, tsunamis, sangre y monstruos, es una historia de resiliencia, resistencia, miedo, gritos, arte, amor…
La noche del estreno hablé con mis antiguos compañeros acerca del título y estuvieron de acuerdo, cuando fue nuestro turno de presentar el título decidimos que no les íbamos a dar el lujo a los monstruos de ver que les hicimos una obra, la obra siempre fue más allá incluso de la gran jungla de Buenos Aires, cuando el telón se abrió y las bienvenidas terminaron, todos con orgullo pudimos gritar: “El amor llegó a Buenos Aires”.
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